16 de septiembre de 2012

El amor más grande



La verdad es que no me acuerdo en qué momento de nuestro pasaje entre la infancia y la adolescencia mi sobrina Paola se quedó con un pedacito de mi alma pero la realidad es que así fue.
Sobre ella he dicho mil cosas, le he expresado mi amor y mi incondicionalidad de manera escrita y oral, con abrazos, besos y pensamientos permanentes pero siempre me queda la sensación de que nunca es suficiente.
Se que anoche tiene que haber festejado el inicio de este día con amigos y familia, que lo debe haber pasado maravillosamente bien y disfrutado mucho y lamento no haber estado allí pero me queda el consuelo de saber que le dieron todo lo que merece y seguramente mucho más.
Paola tiene que recibir en justa correspondencia porque cuando se entrega da todo de sí y lo brinda generosa y abiertamente. Ella sabe querer, no es mezquina, no esconde ni escatima, es noble y franca por eso es que quienes la rodean tienen que devolverle el amor más grande que puedan sentir por alguien.
Este año Dios quiso que estuviéramos juntas y volviéramos a compartir momentos que nos debíamos desde hace mucho y mientras eso ocurría la observé en silencio en muchas ocasiones y pensé cómo y cuánto la admiraba y en cuántas cosas me hubiera gustado ser como ella.
Ella es quien logró que yo sintiera algo parecido al amor maternal y entregara mi sangre si de ello dependiera su vida; es una de las pocas personas a las que le doy mi palabra en lo que sea y me moriría antes de no cumplirla.
Mis sobrinos logran que practique el ejercicio de ser feliz de manera natural. Cuando hablo o estoy con ellos eso fluye instantáneamente y de manera espontánea y eso comenzó a ser así desde que empecé a reconocerme como tía en la unión con Paola.
Hoy somos dos mujeres grandes y cada una con una vida casi (¿?) hecha pero eso no impide que sigamos siendo aquellas adolescentes que tomábamos tereré con Fanta abajo de los paraísos de la casa de mi hermana y moríamos de amor por las canciones de Cesar Banana Pueyrredón o de Luis Miguel.
Siempre voy a querer lo mejor para su vida y le pido a Dios que nunca la abandone, que la proteja, la cuide y no borre jamás de su boca esa sonrisa maravillosa que le dió al nacer.
Deseo con toda mi alma que hoy pase un cumpleaños amoroso, pleno, lleno de risas, besos, abrazos y recuerde que tiene dos amores incondicionales en su vida: el mío y el de su abuela Beatriz que siempre va a llevarla de la mano para cuidarla eternamente.

1 comentario:

Alex de Seven dijo...

sonrisa porque las palabras sobran ♥

alex de amor profano