13 de diciembre de 2012

Solo sentimientos





Hace días que camino la linea del borde, la más finita, esa que separa el estar entera y vestida para que nada pase del andar por la vida expuesta y con el alma latiendo en la mano.

Seguramente todo esto tiene mucho que ver con las fechas navideñas, con esta cruz que llevo desde que recuerdo, esas ganas de detener el tiempo antes del 24 de Diciembre y retomar el cronómetro después del 1 de Enero.

Hace años que las fiestas no me hacen feliz, desde que no pude compartirlas más con mi madre, mis sobrinos y mis hermanos pasé a sentirme una paria, una solitaria sin ganas de serlo.

Esto se une a mi sensación de querer irme de esta ciudad de una vez por todas. Buenos Aires me va matando de a poco, cada día me siento más encerrada en un cielo que no es mío, no encuentro la manera de ser yo misma y veo que me consumo en un envase que no quiero, que no me corresponde.

Hace poco estuve frente al mar durante días y sé que es ahí donde quiero estar. Recuerdo mis días despertando al alba, viendo el amanecer, escuchando música, cantando a viva voz (a pesar de ser la más desafinada del universo), sintiéndome libre y plena, dejando que la piel se caiga sin que me duela, permitiéndome todo sin sentirme juzgada ni observada.

Nunca le tuve miedo a los sentimientos, siempre les hice frente y dejé que me habitaran, que me atravesaran, que me invadieran como quisieran porque entendí que es la única forma que tengo de ser yo misma y algo de eso me está sucediendo ahora.

No quiero estar sola, ya no me divierte este juego, no al menos acá. Quiero volver a mi balcón frente al mar, a la posibilidad de bajar a la playa cada vez que quiera, necesito sentarme a la orilla del mar a cantar desafinando y sin pegarle a una sola nota, quiero salir en búsqueda de la luna llena, de los amaneceres, de las puestas de sol, me ahogo entre el cemento de la ciudad y las bocinas de los conductores impacientes.

Me vuelvo irascible entre la multitud, necesito abrir todas las ventanas que encuentro y desvanecerme con las corrientes de aire, añoro dormirme escuchando el sonido de las olas desarmándose en la orilla.

Cuando hablo con Isabel o con Augusto y ellos sin querer me traen el viento, los sonidos y los aromas de Uruguay quisiera girar una perilla y aparecer mágicamente en Caleta de Lobos como si nunca me hubiera ido para volver a reir, a emocionarme con todo o con nada pero estar ahí y no acá.

En este último viaje la música italiana y griega adquirieron para mí (vaya a saber por qué) una importancia especial y también un tema de Bach llamado Marcello. Ahora cada vez que escucho alguna de estas canciones me voy hacia allá y puedo pasarme horas recordando cada detalle de este último viaje.

Algo cambió dentro de mí, algo se aferró más que nunca a ese rincón del mundo, fue como si hubiera echado raíces y una parte de mi corazón se hubiera quedado escondido entre las dunas de La Brava.

La que camina por Buenos Aires es una imagen holográfica y la verdadera está allá pero paradójicamente la autómata que vive acá es la que se convirtió en una maraña de sentimientos que no puede aflojar, que se deja arrastrar por alegrías, tristezas, recuerdos, ganas, deseos, sueños y cuenta los días que faltan para volver.

4 comentarios:

Chiru dijo...

sería posible? juntar el holograma con la materia? o recurrir a la adaptación creativa? para que tu aquí y ahora te haga tan feliz como sentís que merecés ser?

Conozco la sensación del ahogo del cemento, lo padezco a diario, solo que tal vez, mi condición adaptativa hace que la mayoría de los días, la tolere sin hormigas en la piel...

Volvé cada vez que puedas, y empachate de mar hasta la próxima vez :)

Alex dijo...

Me sumo a lo que comenta Chiru.
Tu post me dejó ingrávida. Estás a dos aguas y te entiendo porque también me siento así, la diferencia es que yo soy cobarde.
Empezá a buscarte en la piel que menos te duela.
Besotes y nos tenemos que encontrar antes de fin de año. Concha de la lora! hoy hubiera sido genial, pero me enteré tarde que mi hija se quedaba a dormir en lo de una amiga. Merde.

zorgin dijo...

hay dos momentos en que uno puede agarrar el atillo con sus cosas y mandar todo a la merde sin sentirse atrapado por el miedo a perder.
uno, cuando la inconciencia nos empuja para que hagamos, lo que sea, total...
y la otra, es cuando vemos que es ahora o nunca.
recuerde que al final del piolín, uno se arrepiente de lo que hizo pero sobretodo de lo que no hizo...
Ud decide.

Angelina 2.0 dijo...

:)