22 de agosto de 2012

50 sombras y 1000 colinas



Confundir ficción con realidad a veces no resulta demasiado difícil pero lo que siempre cuesta más es comprender que la realidad supera en infinidad de ocasiones, a la ficción.
En estos días que estuve fuera de la ciudad, cayó a mis manos un libro llamado "50 sombras de Grey". Cuando escuché el título pensé que la temática era de autoayuda o algo similar pero luego, averiguando un poco más, descubrí que era una novela y distaba mucho de tocar temas como el que pensaba inicialmente por lo tanto lo compré.
El resultado de eso fue devorar el primer tomo en 24 horas y estar terminando el 2, porque se trata de una trilogía cuyo último volumen recién verá la luz en Argentina allá por el mes de Octubre.
Dejando de lado los fríos números puedo decir que la historia del Amo Christian Grey me atrapó inicialmente porque a él lo describen como al hombre que toda mujer querría tener: lindo, poderoso, perverso, exitoso, caballero, tierno, fiero y con un costado inusual para un héroe romántico que es el sadismo elevado a la máxima potencia.
Resulta tremendamente excitante devorar la historia entre él y su futura sumisa pero a medida que las páginas pasan, se van descubriendo facetas del protagonista que son mucho más atrapantes todavía y logran que el costado erótico y sexual que tiene el libro pase a segundo plano.
Ayer, leyendo la segunda parte de la historia, tuve que terminar de reconocer que el componente más fuerte que me retiene entre sus páginas es la tremenda similitud que existe entre ese personaje de ficción y Marcos.
El Amo Christian Grey tiene esa sombra de dolor en la mirada que Marcos siempre llevó en el alma.
Las sombras de CG son 50 y las de Marcos eran 1000, representadas en aquella ciudad de las mil colinas que conoció siendo tan joven, apenas recibido de médico, cuando tuvo que cubrir la espantosa guerra étnica en Ruanda.
El protagonista del libro no comprende cómo puede ser merecedor del amor de aquella chica a la que intentaba convertir en su sumisa y Marcos jamás pudo comprender no solamente cómo me había enamorado de él sino que llegara a amarlo tanto.
Christian Grey se plantea como una figura demandante, autoritaria, posesiva, celosa, con un intercambio epistolar entre él y su amor/novia/sumisa muy especial y Marcos tenía exactamente las mismas características conmigo, incluídos los millones de mails que nos escribíamos por día, sobre todo en la última étapa de su vida cuando ya no quedaba más que esperar lo inevitable- Para él yo debía llevar una vida mucho más ordenada de la que llevaba, tener un método de descanso, de alimentación, de seguridad. Se preocupaba si no tenía rejas en las ventanas de mi casa, si la cerradura de la puerta de mi departamento era segura o no, si los hombres que pasaban por mi vida me trataban o me miraban como a una amiga o como a una mujer a la que podían acceder para tener una relación algo más comprometida.
Pero tal vez lo más parecido entre ambas figuras masculinas era la permanente lucha de poder que establecían con nosotras, las figuras femeninas que los rodeábamos.
La autora de este libro dibuja una heroína fuerte, decidida, rebelde, feroz y también algo insegura a la hora de comprender cómo alguien tan bello y poderoso (un dios griego, como lo define en el libro) pueda haberse fijado en ella.
Por mi parte soy así, tengo esa misma rebeldía, soy cabeza dura, aguerrida y nunca terminé de comprender cómo alguien con las características de Marcos, con esa nobleza, ese temple y esa vocación de servicio por el prójimo podía fijarse en mí que era la más mundana y mortal de las mujeres.
En la novela, CG toca un Adagio de Bach en el piano cada vez que la tristeza inunda su alma (la pieza llamada "Marcello") y Marcos se había quedado con un regalo que alguna vez le hice que era el Adagio de Tomaso Albinoni y sabía escucharlo cuando su alma estaba también ensombrecida por los recuerdos y la pena de esa época de su vida en Ruanda.
No sé cómo termina la historia del Amo Grey porque me falta la última parte de esta trilogía pero saber cómo terminó la mía con Marcos hace que leer tantas cosas parecidas entre ellos por momentos me haga sentir que sigue a mi lado y que alguien se encargó de contar (aún con diferencias notorias) nuestra relación pero también consigue que por instantes muy fugaces confunda realidad con ficción y esas palabras que figuran en el libro se conviertan en lágrimas que lastiman mis ojos y escapan inevitablemente rodando por las mejillas.
Tal vez lo mejor sea continuar leyendo esta historia atrapante de CG y dejar que mi mente asimile la palabra ficción en cada punto y coma de las oraciones en lugar de usar esos tiempos literarios para seguir atando hilos invisibles al nombre de alguien que amé pero no volverá nunca más.

1 comentario:

GABU dijo...

"Confundir ficción con realidad a veces no resulta demasiado difícil pero lo que siempre cuesta más es comprender que la realidad supera en infinidad de ocasiones, a la ficción."

Me parece que cuando la realidad nos desborda,la confusión se va mechando en nuestro día a día...

BESOS FUNDAMENTALES