19 de diciembre de 2010

Pan dulce casero

Hoy por primera vez en mi vida preparé pan dulce casero.
Creo que elegí una de las recetas más difíciles que había pero me propuse obtener un resultado como mínimo, digno. Me levanté temprano, saqué al negro a merodear árboles y cuando se cansó de regarlos subimos para poner manos a la obra.
Seguí la receta al pie de la letra, respeté cantidades y tiempo, mezclé a conciencia fermento, harina, saborizantes, frutas secas y glaseadas. Primero dejé que la preparación levara sola y luego comencé con el trabajo más complicado que era el amasado con las frutas incluídas.
Al principio no fue fácil porque la masa se pegoteaba entre los dedos y parecía que nunca se iba a unir pero mientras me sucedía eso repasaba mentalmente la receta para confirmar que no me había equivocado en nada y al mismo tiempo repetía internamente que había visto mil veces hacer pan dulce casero y sabía que esas cosas sucedían por lo tanto no tenía que preocuparme por nada dado al final todo terminaría unido.
Al incorporar las frutas y la harina sentí cómo la preparación se resistía y la masa parecía quebrarse ante mi insistencia como si la primer capa de preparación fuera una piel fina y delicada que se rompía bajo la presión de mis manos.
Nunca abandoné mi cometido y seguí escuchando mi voz que en silencio apostaba a que estaba yendo por el buen camino y nada fallaría.
Una vez que quedé conforme con lo hecho nuevamente dejé todo levando y luego de varias horas entregué mi esfuerzo al calor del horno.
El producto terminado se ve interesante y no doy el veredicto final sobre el sabor porque nunca me gustó comerlo asi que esperaré a que alguien lo pruebe y sea mi jurado culinario.
Todo este cuento toma sentido no por el pan dulce en sí mismo sino porque recién, mientras miraba una de mis series favoritas asocié algo que ví con lo que sentí al prepararlo y lo que me pasa a veces conmigo misma.
En muchas ocasiones siento que nada me va a salir, que no voy a lograr juntar esa maraña de piezas desparramadas en las que suelo convertirme a veces y que se rompe mi piel cuando intento unirlas.
Y luego de hacer esta analogía me pregunté por qué soy capaz de tener tanta determinación para lograr que se una la masa con las frutas, por qué le pongo tanto empeño a una receta y repito que lo voy a lograr como si se tratara del mejor mantra tibetano y no siempre lo aplico para unir mi propio rompecabezas.
Tal vez me esté faltando algún ingrediente o necesite elegir una receta mucho más sencilla para intentar ser feliz.

6 comentarios:

Jesi dijo...

Si fuera así de faaciill :P
(si la llegas a encontrar, pasala a la receta!! )

GABU dijo...

Mmmmmmnosè si se trata de que necesitamos adicionarNOS algùn ingrediente màs,eh?!

P.D.:Pienso que el tema pasa por la garra y la voluntad que nos pongamos a nosotros mismos,no?

Tantas veces terminè haciendo lo que ni en mis peores pesadillas lograrìa hacer!!!
jajajajajjaajja

BESITOS POSIBLES, TÙ PUEDES! ;-)

rastelman dijo...

se huele desde aca lo rico que te quedo

me voy a traslasierra!!
besos, abrazos y pesos para los dias que se vienen

y que tengas un año con el inquilino que "vos elijas"

rastelman dijo...

pero el condimento de voluntad y cariño no se lo saca nadie!!


vieras que rico estaba el Marcolla del chino de casa a 12 el kilo!!

Mobtomas dijo...

El problema de fijarnos tanto en que las cosas salgan como creemos que deben salir (o tener un espíritu perfeccionista), es que a veces nos impiden reconocer los buenos resultados que tenemos 8que a veces son hasta mejores que los esperados), proque permanecemos clavados en la imagen del plan. Habrá que aprender a ser más objetivos con nosotros mismos. Tu escrito me dio hambre. Saludos.

Alex dijo...

Premio en mi blog, después te mando mail, creo que después de esta semana del orten puedo considerar un poco de paz y organización para la citen)