12 de marzo de 2009

Los taxistas y yo

Ayer subo a un taxi y con toda la amabilidad del mundo digo:

Yo: Buenos días, podríamos ir por favor hasta Rulitos y Comadrejas?
Taxista: Buenos días.. si, como no.
Y: Sería posible tomar la calle Piripipí para evitar la barrera? de esa manera salimos directo a Olivander y de ahí a la Avda Sinforosa.
T: Perfecto (respuesta dada con tono de satisfacción porque yendo por alli se evitaba un lindo embrollo vehicular)

La placidez duró poco porque a las tres cuadras el señor taxista decide cambiar el rumbo marcado sin ningún motivo que lo justificara y entra en calles aledañas que, para mi desgracia, estaban hasta las manos.

Tímidamente le comento que creía que iríamos por el camino arriba indicado y el buen hombre me dice que normalmente él iba por estas calles que ahora recorríamos y nunca había tenido problemas.

El cambio me costó cinco pesos más de lo normal y me quedó flotando una pequeña duda: ¿para qué cuernos asiente cuando le marco el camino si después va a ir por donde se le cantan las ganas?

No es la primera vez que me sucede algo así, como tampoco es la primera vez que subo a un taxi y el chofer maneja dormido o va a 100km por hora sin que yo esté apurada.

Es evidente que entre ellos y yo no hay química y lo peor del caso es que si uno se anima a recriminarles algo SE OFENDEN!!!

Por las dudas voy a ponerme en campaña para comprarme un monopatin y sanseacabó.

No hay comentarios: