17 de julio de 2009

The Truman Show

Acabo de vivir una experiencia cuasi religiosa.
Por temas laborales me tocó asistir a una reunión de consorcio en un edificio de la zona de Puerto Madero donde mi jefe tiene un departamento (aclaro la zona porque todo lo que aquí contaré está íntimamente relacionado con ese lugar dado que dudo que los especímenes que ví esta noche puedan habitar en otro barrio de la Capital Federal).
Mientras la administradora se dedicaba a chequear las firmas de los presentes, saqué una suma estimativa de las edades de los allí reunidos y el resultado de tal operación dió 1130 años entre veinticuatro personas (y que quede constancia que a algunos le dí un margen bastante generoso para abajo) o sea que cualquier sede del Pami al lado de eso era una emisión de Domingos para la Juventud.
Los temas a tratar eran tres y muy simples, por cierto.
1) Determinar si querían tener 3 o 4 personas de vigilancia.
2) Establecer si querían tener un intendente sin vivienda en el edificio y dos ayudantes, un intendente con vivienda en el edificio y dos ayudantes o bien un intendente, un encargado con vivienda en el edificio y dos ayudantes.
3) Aprobar un fondo común en una caja de seguridad de un banco a orden conjunta entre la administadora y los miembros del consorcio.
Teniendo en cuenta que éramos unos pocos gatos locos era impensado creer que todo duraría desde las ocho y media hasta las doce de la noche pero así fué.
El primer inconveniente se suscitó cuando tuvieron que nombrar a un secretario y a un presidente de la sesión. Nadie quería ponerle el cascabel al gato y todos se miraban entre sí, saltando de silla en silla con la mirada para ver quién hacía un gesto inoportuno y caía en la trampa.
Yo, poco afecta a las relaciones interpersonales, me senté en unos escaloncitos apartados como para pasar desapercibida pero como tengo a un Tiranosaurios Rex colgado de mi cuello haciendo pis cada dos horas, la administradora me apuntó con la nariz afilada y me propuso como presidente de sesión.
Pobre, no tenía ni idea con quién se metía! La saqué arando con mi ácida sonrisa de manual de convivencia diciendo que no estaba dispuesta a ser chivo expiatorio de nadie (ya me estan postulando para Miss Simpatía 2009, lo se).
Pasado el mal momento y constituidas las autoridades para la ocasión, se largó la reunión.
Los concurrentes eran dignos de observación cual hamsters en una pecera de vidrio.
Los miembros del consejo eran típicos señores de sweater beige y pantalones caqui, uno de ellos amante furioso del gym y eterno luchador contra el paso del tiempo.
Aguerridos, se lanzaron contra la administradora sin piedad quien, acompañada de un marido algo ido de la faz de la Tierra, hizo lo que pudo contra los embates del Consejo de Administración.
No faltaron dos señoras que renegaban de su originaria cabellera negra y se habían hecho socias del club del agua oxigenada y las cirugías estéticas.
Una de ellas (a la que me costó encontrarle la nariz), en medio de la disputa por resolver el item dos de la Asamblea, comenzó a quejarse del estado del gym, de la piscina y del sauna, argumentando que les faltaba limpieza y que "ella no podía usar los servicios del Salón de Usos Múltiples porque cada vez que iba se encontraba con las capitas adiposas de las personas que habían usado antes el jacuzzi pegadas a los bordes del mismo" (tomé expresa nota mental de la queja porque me pareció maravillosa). Luego intentó explayarse con las bondades de la bioética pero la sacamos arando putaparió de colores.
Quien había sido designado como Presidente de la Asamblea estaba en el planeta de los simios, nunca se enteró a ciencia cierta de cuál era su función allí por lo tanto todos hablaban al mismo tiempo, nadie respetaba su turno y todo era un caos infernal.
No faltó el típico propietario cuarentón, con entradas capilares parecidas a los accesos de la Panamericana, aire de polista frustrado, camperita marrón con cuello de corderoy, mirada perdida en el más allá que encerraba una pregunta oculta: "Qué estoy haciendo acá?"
Pero el Oscar de la noche como actriz de reparto se lo llevó una señora menudita, con jean gastado y camperita blanca al cuerpo, rulos canosos, lentes culo de botella, dientes a los Bugs Bunny, labios mal dibujados con un rouge rosa demasiado estridente, voz atronadora, verborrágica en exceso, afán de protagonismo y asidua concurrente de la "piscina" pero que no vivia allí, solamente hacía uso del natatorio.
Para su desgracia (y mi diversión) la susodicha se habia sentado casi casi a mi lado pero dándome la espalda, con lo cual se ganó varias carcajadas silenciosas de mi parte y un sinfín de misiles tierra-camperita blanca que no llegaron a destino porque no le había llegado la hora de abandonar este mundo.
Juro que mientras duró el sainete me pregunté mil veces en dónde estarían ocultas las cámaras de Ed Harris pero lo que más me preocupaba era salir de allí y que se me cayera un reflector en la cabeza.
Nada de eso pasó, sobreviví y aquí estoy para contarlo.
Eso sí, Jim Carrey al lado de todo esto tranquilamente podría hacer de Barney y Zulma Lobato de Mirtha Legrand.

3 comentarios:

Chiru dijo...

una momento excelente para pedir un aumento por trabajo insalubre :þ

(una joshita vea)

Marian dijo...

Jajajajaa, buenísimo!

Ahora, no sé a quién facturarle las imágenes mentales del jacuzzi con "capita"...



Angelina®

Unknown dijo...

Chirusa: Por el sueldo y los beneficios no me puedo quejar asi que más vale no reclamo nada y voy a todas las reuniones de consorcio calladita, calladita :)

Angelina: Creo que tendrás que pasarle la factura a mi pariente :D. Yo todavía no sé si verla gesticular mientras lo decía no fue más desagradable aún :P