Casi habia olvidado lo maravilloso que es verse reflejado en los seres que amamos.
Anoche fuí feliz por espacio de varias horas y le debo esa felicidad a dos de mis sobrinas.
Luego de varios años nos juntamos nuevamente alrededor de una mesa. Hablamos, reímos, recordamos momentos increibles de la infancia y la adolescencia, descubrí que Paola aún conserva las cartas que le escribia cuando eramos más chicas, que Fernanda tiene la misma debilidad que yo por las galletitas de limón Havanna y por el helado de mascarpone, que recuerdan las salidas que hacíamos cuando venian a Buenos Aires y que los veranos compartidos se recordaban como las épocas más esperadas y felices de aquellos años.
Me resultaba increible mirarlas a los ojos y ver cómo habian crecido pero a la vez sentir que seguían siendo las mismas criaturas cariñosas de antes.
Tuve la oportunidad de decirles cara a cara que siempre me senti absolutamente orgullosa de saberlas mis sobrinas, me dí el lujo de abrazarlas, darles besos, decirles que las amaba y hasta me atreví a planear un fin de año en familia otra vez.
Cuando me acosté repasé lo que había vivido y la sensación de satisfacción fué tan grande que no pude (ni puedo) describirla.
Esto de recuperar la identidad familiar en realmente lindísimo!
Pao, Fer... LAS AMO!
2 comentarios:
Menos que esa bruja se equivocó, así podés recuperar las cosas que realmente valen la pena.
Brindo por los más de 40.
Es que ni siquiera era bruja! En fin, lo bueno es que estar con ellas fué una inyección de vida tremenda, verlas tan grandes, tan lindas, tan parecidas a mí en miles de cosas.
Brindemos por los 42 que se vienen y todo lo que traerán consigo.
Publicar un comentario